
martes, 27 de enero de 2015
viajes de Darwin - El Beagle
Darwin (Shreswsbury 1809-Down 1882):
Creador, en colaboración con Alfred Russel Wallace, de la teoría de la selección natural. Era nieto de Erasmus Darwin, notable escritor científico, e hijo del Dr. Robert Waring Darwin. Perdió a su madre, hija del famoso ceramista Josiah Wedgewood, cuando sólo contaba 8 años. Estudió en Edinburgo y, en los años 1827 a 1831, en el Christ College de Cambridge. En 1831 embarcó como naturalista en la expedición científica a bordo del Beagle. Tardó casi veinte años en acabar El origen de las especies por selección natural, puesto a la venta en 1859. Constituyó una verdadera revolución científica. Contradecir las sagradas escrituras le valió numerosas y encendidas críticas por parte del clero y de la mayoría de biólogos de la época, que defendían que las especies eran grupos fijos y eternos ordenados por Dios. Su otras investigaciones entre las que figura la formación de arrecifes de coral, quedaron eclipsadas ante sus aportaciones a la ideas evolucionistas.
El viaje a bordo del Beagle (1831-1836):
En 1831 fue nombrado naturalista a bordo del hermoso bergantín Beagle en un viaje que duró cinco años por ambas costas de Sudamérica, Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania, isla de Keeling, Mauricio, Brasil y las Azores. Obtuvo el puesto gracias a las gestiones de su profesor de botánica en Cambridge, el reverendo John Stevens Henslow, quien le había hecho ver la importancia de las observaciones científicas detalladas, minuciosas e ininterrumpidas. el HMS Beagle, que zarpó de Plymouth el 27 de diciembre de 1831 al mando del capitán Robert FitzRoy. Aunque se calculó que el barco regresaría en dos años, el HMS Beagle no volvió a tocar la costa de Inglaterra hasta el 2 de octubre de 1836, casi cinco años después. Darwin pasó la mayor parte de ese tiempo explorando la tierra firme, un total de tres años y tres meses. Los 18 meses restantes los pasó en el mar. El libro, que también ha sido conocido como Diario de Investigaciones, reúne sus emocionantes memorias de viaje, así como anotaciones de índole científica relativas a la biología, la geología y la antropología que prueban la extraordinaria capacidad de observación de su autor. Aunque el trayecto del HMS Beagle pasó en ocasiones por los mismos lugares, Darwin ordenó las referencias científicas por lugares, en lugar de hacerlo cronológicamente. Este diario representa las primeras anotaciones que sugieren las ideas que más tarde le llevarían a escribir su teoría de la evolución por la selección natural.Charles
Deseos de visitar Tenerife:
Los paseos se complementaron con las excursiones. En una de ellas, Charles leyó en voz alta a sus venerables compañeros unas notas que había tomado del libro Narrativa personal de Alexander Humboldt. Mencionó con entusiasmo las maravillas de Tenerife. Henslow y sus amigos le replicaron bromeando que un día no muy lejano intentarían verlo con sus propios ojos. Al interés por la obra de Humboldt le siguió el de la Introducción al estudio de la Filosofía Natural de Herschel. Pero la idea de viajar a Tenerife no se le quitó de la cabeza. Llegó a contactar con un marino mercante de Londres para recibir información sobre la salida de barcos hacia aquella isla de sus sueños.
Escala en las islas de Cabo Verde:
La palidez de Darwin se acentuaba cada día más. Poner el pie a tierra no era simplemente un deseo sino una absoluta necesidad. La cabeza le daba vueltas y se sentía francamente mal. Corría el 16 de enero y el Beagle ancló en Porto Praya, un puerto de la isla de Sao Tiago, que pasaba por ser la mayor del archipiélago africano de Cabo Verde. Un día feliz. Tenía grandes deseos de que llegara aquel momento. Aunque había leído las descripciones de Humboldt y temía llevarme una desilusión". Sus temores resultaron infundados. Tocar suelo tropical fue un bálsamo y una experiencia inolvidable.
Llegada a Valparaíso (23 de julio). Charles Darwin:
Durante la noche el Beaqle echa el ancla en la bahía de Valparaíso, principal puerto de Chile. Al amanecer nos encontramos en cubierta. Acabamos de abandonar Tierra del Fuego; ¡que cambio!, ¡que delicioso nos parece todo esto aquí: tan transparente es la atmósfera, tan puro y azul es el cielo, tanto brilla el sol, tanta vida parece rebosar la naturaleza! Desde el lugar en que hemos anclado, la vista es preciosa. La ciudad se alza al pie de una cadena de colinas bastante escarpadas y que tienen cerca de 1.600 pies (480 metros) de altitud. Debido a esa situación, Valparaíso no es sino una larga calle paralela a la costa: pero cada vez que un barranco abre el flanco de las montañas, las casas se amontonan a uno y otro lado. Una vegetación muy escasa cubre esas colinas redondeadas y los lados rojo vivo de los numerosos barranquillos que las separan brillan al sol. El color del terreno, las casas bajas blanqueadas con cal y cubiertas de tejas, me recordaban mucho a Santa Cruz de Tenerife. Hacia el nordeste hay una vista espléndida de los Andes, pero desde lo alto de las colinas vecinas se les ve mucho mejor; se puede apreciar la gran distancia a que se hallan situados y el panorama es magnífico. El volcán Aconcagua ofrece un aspecto particularmente imponente. Esa inmensa masa irregular alcanza una altitud más considerable que el Chimborazo, porque, según las triangulaciones hechas por los oficiales del Beagle, llegan a una altitud de 23.000 pies (6.900 metros). Sin embargo, vista desde donde nos hallamos, la Cordillera debe una gran parte de su belleza a la atmósfera a través de la que se divisa. Qué admirable espectáculo el de esas montañas que se destacan sobre el azul del cielo y cuyos colores revisten los más vivos matices en el momento en que el sol se pone en el Pacífico. (Darwin)
Creador, en colaboración con Alfred Russel Wallace, de la teoría de la selección natural. Era nieto de Erasmus Darwin, notable escritor científico, e hijo del Dr. Robert Waring Darwin. Perdió a su madre, hija del famoso ceramista Josiah Wedgewood, cuando sólo contaba 8 años. Estudió en Edinburgo y, en los años 1827 a 1831, en el Christ College de Cambridge. En 1831 embarcó como naturalista en la expedición científica a bordo del Beagle. Tardó casi veinte años en acabar El origen de las especies por selección natural, puesto a la venta en 1859. Constituyó una verdadera revolución científica. Contradecir las sagradas escrituras le valió numerosas y encendidas críticas por parte del clero y de la mayoría de biólogos de la época, que defendían que las especies eran grupos fijos y eternos ordenados por Dios. Su otras investigaciones entre las que figura la formación de arrecifes de coral, quedaron eclipsadas ante sus aportaciones a la ideas evolucionistas.

En 1831 fue nombrado naturalista a bordo del hermoso bergantín Beagle en un viaje que duró cinco años por ambas costas de Sudamérica, Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Tasmania, isla de Keeling, Mauricio, Brasil y las Azores. Obtuvo el puesto gracias a las gestiones de su profesor de botánica en Cambridge, el reverendo John Stevens Henslow, quien le había hecho ver la importancia de las observaciones científicas detalladas, minuciosas e ininterrumpidas. el HMS Beagle, que zarpó de Plymouth el 27 de diciembre de 1831 al mando del capitán Robert FitzRoy. Aunque se calculó que el barco regresaría en dos años, el HMS Beagle no volvió a tocar la costa de Inglaterra hasta el 2 de octubre de 1836, casi cinco años después. Darwin pasó la mayor parte de ese tiempo explorando la tierra firme, un total de tres años y tres meses. Los 18 meses restantes los pasó en el mar. El libro, que también ha sido conocido como Diario de Investigaciones, reúne sus emocionantes memorias de viaje, así como anotaciones de índole científica relativas a la biología, la geología y la antropología que prueban la extraordinaria capacidad de observación de su autor. Aunque el trayecto del HMS Beagle pasó en ocasiones por los mismos lugares, Darwin ordenó las referencias científicas por lugares, en lugar de hacerlo cronológicamente. Este diario representa las primeras anotaciones que sugieren las ideas que más tarde le llevarían a escribir su teoría de la evolución por la selección natural.Charles
"Le he señalado que eres la persona más indicada de cuantas pueden estar
dispuestas a aceptar tal cosa. No se lo he dicho porque te considere un
naturalista consumado, sino por el hecho de que estás perfectamente
capacitado para recoger, observar y anotar todo lo que merezca la pena
en el campo de la Historia Natural. No tengas dudas ni temores sobre tu
capacidad, pues te aseguro que, en mi opinión, eres la persona que están
buscando". (Henslow. Carta a Darwin)
El HMS Beagle zarpó de Plymouth al mando del capitán FitzRoy el 27 de diciembre de 1831. Una fuerte tempestad
les obligó a regresar y refugiarse en el mismo puerto. La misión
consistía en completar el estudio de las costas de la Patagonia y la
Tierra del Fuego que el capitán King había iniciado entre 1826 y 1830.
Debía cartografiar las costas de Chile, Perú y algunas islas del Pacífico y llevar a cabo un serie de observaciones cronométricas.
El 19 de agosto de 1836 partió hacia el Este desde Brasil. Después de hacer escala en Cabo Verde y las Azores, el Beagle arribó a las costas de Inglaterra el 2 de octubre de 1836.
Las islas Galápagos:
En esta inhabitadas islas del Pacífico, muy distantes de las costas de Sudamérica, se sorprendió al descubrir lagartos gigantescos, supuestamente extinguidos, desmesuradas tortugas, cangrejos descomunales, gavilanes sin malicia que se dejaban derribar de un árbol con una vara y tórtolas amistosas que se posaban sobre el hombro del perplejo Charles. Al cambiar de una isla a otra, aunque el clima y la geología no variaban, la fauna era inexplicablemente distinta. Parecía que el Creador había actuado con caprichosa e inútil versatilidad en cada uno de aquellos pequeños territorios. Sospechaba que el medio en el que se desenvuelve la vida permite, de forma implacable, sobrevivir solamente a los más aptos.
En esta inhabitadas islas del Pacífico, muy distantes de las costas de Sudamérica, se sorprendió al descubrir lagartos gigantescos, supuestamente extinguidos, desmesuradas tortugas, cangrejos descomunales, gavilanes sin malicia que se dejaban derribar de un árbol con una vara y tórtolas amistosas que se posaban sobre el hombro del perplejo Charles. Al cambiar de una isla a otra, aunque el clima y la geología no variaban, la fauna era inexplicablemente distinta. Parecía que el Creador había actuado con caprichosa e inútil versatilidad en cada uno de aquellos pequeños territorios. Sospechaba que el medio en el que se desenvuelve la vida permite, de forma implacable, sobrevivir solamente a los más aptos.
Sus observaciones geológicas sobre los arrecifes de coral
fueron recogidas en varios libros. El viaje fue decisivo porque orientó
definitivamente su vida y su actividad por el camino de la ciencia.
Diez años después de su viaje publicó sus experiencias del mismo. En
1839 aparecía su Journal, que, al igual que su obra anterior A Naturalist's Voyage Round the World in H.M.S. Beagle
se haría clásica como libro de viajes. Su capacidad de trabajo fue
considerable a pesar de los daños que causaron a su salud los rigores de
su largo viaje. Fue superior al resto de sus contemporáneos en observar
cosas que se escapan generalmente a la atención.
"Ha sido el acontecimiento más importante de mi existencia. A este viaje
le debo la primera educación de mi carácter. Un verdadero entrenamiento
porque tenía que dedicar la atención a diversas ramas de la historia
natural y esto me obligó a mejorar y a intensificar mis facultades de
observación". (Darwin)
Acalorada reacción ante sus ideas sobre la evolución:
Su doctrina sobre la selección natural, una de las varias teorías de la evolución, es quizá la más grande generalización científica del siglo XIX. En 1858, junto con Alfred Russell Wallace, presenta ante la Sociedad Linneana de Londres, la conclusión de que las especies no son inmutables. Se hacía forzoso revisar divinas razones que justifican la dignidad del hombre y su pureza originaria; la interpretación literal de la Biblia; y teorías científicas unánimemente aceptadas. La disputa adquirió caracteres épicos cuando se enfrentaron el obispo Samuel Wilbeforce y el joven biólogo Thomas Huxley en la Universidad de Oxford. El primero, en una concurrida reunión, preguntó insolentemente al científico: "¿Sostiene usted acaso que desciende de un mono por línea materna o paterna?" A lo que Huxley respondió impertérrito: "Preferiría descender de monos, tanto por línea paterna como materna, a descender de un hombre que abusa de sus brillantes dotes intelectuales para traer prejuicios religiosos a la discusión de asuntos acerca de los cuales no sabe absolutamente nada."
Su doctrina sobre la selección natural, una de las varias teorías de la evolución, es quizá la más grande generalización científica del siglo XIX. En 1858, junto con Alfred Russell Wallace, presenta ante la Sociedad Linneana de Londres, la conclusión de que las especies no son inmutables. Se hacía forzoso revisar divinas razones que justifican la dignidad del hombre y su pureza originaria; la interpretación literal de la Biblia; y teorías científicas unánimemente aceptadas. La disputa adquirió caracteres épicos cuando se enfrentaron el obispo Samuel Wilbeforce y el joven biólogo Thomas Huxley en la Universidad de Oxford. El primero, en una concurrida reunión, preguntó insolentemente al científico: "¿Sostiene usted acaso que desciende de un mono por línea materna o paterna?" A lo que Huxley respondió impertérrito: "Preferiría descender de monos, tanto por línea paterna como materna, a descender de un hombre que abusa de sus brillantes dotes intelectuales para traer prejuicios religiosos a la discusión de asuntos acerca de los cuales no sabe absolutamente nada."

Los paseos se complementaron con las excursiones. En una de ellas, Charles leyó en voz alta a sus venerables compañeros unas notas que había tomado del libro Narrativa personal de Alexander Humboldt. Mencionó con entusiasmo las maravillas de Tenerife. Henslow y sus amigos le replicaron bromeando que un día no muy lejano intentarían verlo con sus propios ojos. Al interés por la obra de Humboldt le siguió el de la Introducción al estudio de la Filosofía Natural de Herschel. Pero la idea de viajar a Tenerife no se le quitó de la cabeza. Llegó a contactar con un marino mercante de Londres para recibir información sobre la salida de barcos hacia aquella isla de sus sueños.
El paso por el golfo de Vizcaya y el cabo de Finisterre
fue infernal y el pobre Darwin se mareó sin poder hacer nada por
evitarlo. Una terrible desazón que le acompañaría durante todo el viaje.
El 6 de enero de 1832 avistó su Tenerife de las maravillas. "¡Oh,
desgracia!, estábamos preparándonos para largar el ancla a media milla
de Santa Cruz cuando se
acercó un barco y nos trajo una mala noticia. El cónsul ordenó que
debíamos someternos a una cuarentena de doce días" El gozo en un pozo.
El temor de las autoridades a que la tripulación del Beagle
portara el cólera impidió uno de sus sueños más queridos: visitar
Tenerife. A la mañana siguiente, la isla parecía haber desaparecido como
por ensalmo. Hasta que por encima de la bruma apareció el sol
iluminando el pico del Teide: un rayo de consuelo.

La palidez de Darwin se acentuaba cada día más. Poner el pie a tierra no era simplemente un deseo sino una absoluta necesidad. La cabeza le daba vueltas y se sentía francamente mal. Corría el 16 de enero y el Beagle ancló en Porto Praya, un puerto de la isla de Sao Tiago, que pasaba por ser la mayor del archipiélago africano de Cabo Verde. Un día feliz. Tenía grandes deseos de que llegara aquel momento. Aunque había leído las descripciones de Humboldt y temía llevarme una desilusión". Sus temores resultaron infundados. Tocar suelo tropical fue un bálsamo y una experiencia inolvidable.
Darwin recuperó el color al salir disparado del barco. Sin pensárselo
dos veces, se fue andando a Ribeira Grande en compañía de dos oficiales.
Un castillo en ruinas y una catedral dominaban el pueblo. Pronto se
hicieron con los servicios de un cura negro y un español para que les
guiaran por los alrededores. Darwin quedó encantado ante la grandiosidad
de aquellas inmensas llanuras de lava. Tampoco perdió ocasión de
observar las costumbres de algunos animales marinos y, sobre todo, del
pulpo. (Alberto Cañagueral)
"Ha sido un día grandioso. Algo así como si un ciego recobrara la vista
de golpe. Al principio, se quedaría sorprendido ante lo que viera y le
costaría entenderlo. Esto es lo que yo siento y seguiré sintiendo".
En Sao Tiago, Darwin apreció que la geología de la isla era la parte más
interesante de su historia natural. La línea de roca dura y blanda que
se extendía de forma horizontal a una altura de alrededor de trece
metros sobre la misma base de los acantilados fue lo primero que le
llamó poderosamente la atención al tocar puerto. Aquella formación era
calcárea y contenía numerosas conchas, la mayoría de las cuáles se podía
encontrar en la costa.
Darwin dedujo que en tiempos lejanos la corriente de lava de los
antiguos volcanes se precipitó encima del anterior lecho del mar de
conchas y corales,
ayudando gradualmente a formar aquella línea de roca dura y blanca. En
parte alguna descubrió signos de reciente actividad volcánica. Ni
siquiera formas de cráter en las colinas de ceniza roja. También llegó a
la conclusión de que la superficie de la isla se había tenido que
formar por una sucesión de actividades volcánicas, y no solamente como
consecuencia de una de ellas. (Alberto Cañagueral)

Durante la noche el Beaqle echa el ancla en la bahía de Valparaíso, principal puerto de Chile. Al amanecer nos encontramos en cubierta. Acabamos de abandonar Tierra del Fuego; ¡que cambio!, ¡que delicioso nos parece todo esto aquí: tan transparente es la atmósfera, tan puro y azul es el cielo, tanto brilla el sol, tanta vida parece rebosar la naturaleza! Desde el lugar en que hemos anclado, la vista es preciosa. La ciudad se alza al pie de una cadena de colinas bastante escarpadas y que tienen cerca de 1.600 pies (480 metros) de altitud. Debido a esa situación, Valparaíso no es sino una larga calle paralela a la costa: pero cada vez que un barranco abre el flanco de las montañas, las casas se amontonan a uno y otro lado. Una vegetación muy escasa cubre esas colinas redondeadas y los lados rojo vivo de los numerosos barranquillos que las separan brillan al sol. El color del terreno, las casas bajas blanqueadas con cal y cubiertas de tejas, me recordaban mucho a Santa Cruz de Tenerife. Hacia el nordeste hay una vista espléndida de los Andes, pero desde lo alto de las colinas vecinas se les ve mucho mejor; se puede apreciar la gran distancia a que se hallan situados y el panorama es magnífico. El volcán Aconcagua ofrece un aspecto particularmente imponente. Esa inmensa masa irregular alcanza una altitud más considerable que el Chimborazo, porque, según las triangulaciones hechas por los oficiales del Beagle, llegan a una altitud de 23.000 pies (6.900 metros). Sin embargo, vista desde donde nos hallamos, la Cordillera debe una gran parte de su belleza a la atmósfera a través de la que se divisa. Qué admirable espectáculo el de esas montañas que se destacan sobre el azul del cielo y cuyos colores revisten los más vivos matices en el momento en que el sol se pone en el Pacífico. (Darwin)
Biografía de Charles Robert Darwin
Charles
Robert Darwin nació en Sherewsbury el 12 de febrero de 1809. Fue el
segundo hijo varón de Robert Waring Darwin, médico de fama en la
localidad, y de Susannah Wedgwood, hija de un célebre ceramista del
Staffordshire, Josiah Wedgwood, promotor de la construcción de un canal
para unir la región con las costas y miembro de la Royal Society. Su
abuelo paterno, Erasmus Darwin, fue también un conocido médico e
importante naturalista, autor de un extenso poema en pareados heroicos
que presentaba una alegoría del sistema linneano de clasificación sexual
de las plantas, el cual fue un éxito literario del momento; por lo
demás, sus teorías acerca de la herencia de los caracteres adquiridos
estaban destinadas a caer en descrédito por obra, precisamente, de su
nieto. Además de su hermano, cinco años mayor que él, Charles tuvo tres
hermanas también mayores y una hermana menor. Tras la muerte de su madre
en 1817, su educación transcurrió en una escuela local y en su vejez
recordó su experiencia allí como lo peor que pudo sucederle a su
desarrollo intelectual. Ya desde la infancia dio muestras de un gusto
por la historia natural que él consideró innato y, en especial, de una
gran afición por coleccionar cosas (conchas, sellos, monedas, minerales)
el tipo de pasión «que le lleva a uno a convertirse en un naturalista
sistemático, en un experto, o en un avaro».
En
octubre de 1825 Darwin ingresó en la Universidad de Edimburgo para
estudiar medicina por decisión de su padre, al que siempre recordó con
cariño y admiración (y con un respeto no exento de connotaciones
psicoanalíticas); la hipocondría de su edad adulta combinó la
desconfianza en los médicos con la fe ilimitada en el instinto y los
métodos de tratamiento paternos. Sin embargo Darwin no consiguió
interesarse por la carrera; a la repugnancia por las operaciones
quirúrgicas y a la incapacidad del profesorado para captar su atención,
vino a sumarse el creciente convencimiento de que la herencia de su
padre le iba a permitir una confortable subsistencia sin necesidad de
ejercer una profesión como la de médico. De modo que, al cabo de dos
cursos, su padre, dispuesto a impedir que se convirtiera en un ocioso
hijo de familia, le propuso una carrera eclesiástica. Tras resolver los
propios escrúpulos acerca de su fe, Darwin aceptó con gusto la idea de
llegar a ser un clérigo rural y, a principios de 1828, después de haber
refrescado su formación clásica, ingresó en el Christ's College de
Cambridge.
Una nueva vida
Pero
en Cambridge, como antes en Edimburgo y en la escuela, Darwin perdió el
tiempo por lo que al estudio se refiere, a menudo descuidado para dar
satisfacción a su pasión por la caza y por montar a caballo, actividades
que ocasionalmente culminaban en cenas con amigos de las que Darwin
conservó un recuerdo -posiblemente exagerado- como de auténticas
francachelas. Con todo, su indolencia quedó temperada por la adquisición
de sendos gustos por la pintura y la música, de los que él mismo se
sorprendió más tarde, dada su absoluta carencia de oído musical y su
incapacidad para el dibujo (un «mal irremediable», junto con su
desconocimiento práctico de la disección, que representó una desventaja
para sus trabajos posteriores).
Más que de los
estudios académicos que se vio obligado a cursar, Darwin extrajo
provecho en Cambridge de su asistencia voluntaria a las clases del
botánico y entomólogo reverendo John Henslow, cuya amistad le reportó
«un beneficio inestimable» y que tuvo una intervención directa en dos
acontecimientos que determinaron su futuro: por una parte, al término de
sus estudios en abril de 1831, Henslow le convenció de que se
interesase por la geología, materia por la que las clases recibidas en
Edimburgo le habían hecho concebir verdadera aversión, y le presentó a
Adam Sedgwick, fundador del sistema cambriano, quien inició precisamente
sus estudios sobre el mismo en una expedición al norte de Gales
realizada en abril de ese mismo año en compañía de Darwin (treinta años
más tarde, Henslow se vería obligado a defender al discípulo común ante
las violentas críticas dirigidas por Sedgwick a las ideas
evolucionistas); por otra parte, lo que es aún más importante, fue
Henslow quien le proporcionó a Darwin la oportunidad de embarcarse como
naturalista con el capitán Robert Fitzroy y acompañarle en el viaje que
éste se proponía realizar a bordo del Beagle alrededor del mundo.

Charles Darwin
En
un principio su padre se opuso al proyecto, manifestando que sólo
cambiaría de opinión si «alguien con sentido común» era capaz de
considerar aconsejable el viaje. Ese alguien fue su tío -y futuro
suegro- Josiah Wedgwood, quien intercedió en favor de que su joven
sobrino cumpliera el objetivo de viajar que Darwin se había fijado ya
meses antes, cuando la lectura de Humboldt suscitó en él un deseo
inmediato de visitar Tenerife y empezó a aprender castellano y a
informarse acerca de los precios del pasaje. El 27 de diciembre de 1831
el Beagle zarpó de Davenport con Darwin a bordo y dispuesto a comenzar
la que él llamó su «segunda vida», tras dos meses de desalentadora
espera en Plymouth, mientras la nave era reparada de los desperfectos
ocasionados en su viaje anterior, y después de que la galerna frustrara
dos intentos de partida. Durante ese tiempo, Darwin experimentó
«palpitaciones y dolores en el corazón» de origen más que probablemente
nervioso, como quizá también lo habrían de ser más tarde sus frecuentes
postraciones. Sin saberlo, Darwin había corrido el riesgo de ser
rechazado por Fitzroy, ya que éste, convencido seguidor de las teorías
fisiognómicas del sacerdote suizo Johann Caspar Lavater estimó en un
principio que la nariz del naturalista no revelaba energía y
determinación suficientes para la empresa.
El viaje del Beagle
El
objetivo de la expedición dirigida por Fitzroy era el de completar el
estudio topográfico de los territorios de la Patagonia y la Tierra del
Fuego, el trazado de las costas de Chile, Perú y algunas islas del
Pacífico y la realización de una cadena de medidas cronométricas
alrededor del mundo. El periplo, de casi cinco años de duración, llevó a
Darwin a lo largo de las costas de América del Sur, para regresar luego
durante el último año visitando las islas Galápagos, Tahití, Nueva
Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica. Durante ese período su talante
experimentó una profunda transformación. La antigua pasión por la caza
sobrevivió los dos primeros años con toda su fuerza y fue él mismo quien
se encargó de disparar sobre los pájaros y animales que pasaron a
engrosar sus colecciones; poco a poco, sin embargo, esta tarea fue
quedando encomendada a su criado a medida que su atención resultaba cada
vez más absorbida por los aspectos científicos de su actividad.
El
estudio de la geología fue, en un principio, el factor que más
contribuyó a convertir el viaje en la verdadera formación de Darwin como
investigador, ya que con él entró inexcusablemente en juego la
necesidad de razonar. Darwin se llevó consigo el primer volumen de los Principles of Geology
de Charles Lyell, autor de la teoría llamada de las causas actuales y
que habría de ser su colaborador en la exposición del evolucionismo;
desde el reconocimiento de los primeros terrenos geológicos que visitó
(la isla de São Tiago, en Cabo Verde), Darwin quedó convencido de la
superioridad del enfoque preconizado por Lyell. En Sao Tiago tuvo por
vez primera la idea de que las rocas blancas que observaba habían sido
producidas por la lava derretida de antiguas erupciones volcánicas, la
cual, al deslizarse hasta el fondo del mar, habría arrastrado conchas y
corales triturados comunicándoles consistencia rocosa. Hacia el final
del viaje, Darwin tuvo noticia de que Sedgwick había expresado a su
padre la opinión de que el joven se convertiría en un científico
importante; el acertado pronóstico era el resultado de la lectura por
Henslow, ante la Philosophical Society de Cambridge, de algunas de las
cartas remitidas por Darwin.
La teoría sobre la
formación de los arrecifes de coral por el crecimiento de éste en los
bordes y en la cima de islas que se iban hundiendo lentamente, fue el
primero en ver la luz (1842) de entre los logros científicos obtenidos
por Darwin durante el viaje. Junto a éste y al establecimiento de la
estructura geológica de algunas islas como Santa Elena, está el
descubrimiento de la existencia de una cierta semejanza entre la fauna y
la flora de las islas Galápagos con las de América del Sur, así como de
diferencias entre los ejemplares de un mismo animal o planta recogidos
en las distintas islas, lo que le hizo sospechar que la teoría de la
estabilidad de las especies podría ser puesta en entredicho. Fue la
elaboración teórica de esas observaciones la que, años después, resultó
en su enunciado de las tesis evolutivas.
Darwin
regresó a Inglaterra el 2 de octubre de 1836; el cambio experimentado en
esos años debió de ser tan notable que su padre, «el más agudo
observador que se haya visto de natural escéptico y que estaba lejos de
creer en la frenología», al volverlo a ver dictaminó que la forma de su
cabeza había cambiado por completo. También su salud se había alterado;
hacia el final del viaje se mareaba con más facilidad que en sus
comienzos, y en el otoño de 1834 había estado enfermo durante un mes. Se
ha especulado con la posibilidad de que en marzo de 1835 contrajera una
infección latente de la llamada enfermedad de Chagas como consecuencia
de la picadura de un insecto. De todos modos desde su llegada hasta
comienzos de 1839 Darwin vivió los meses más activos de su vida, pese a
las pérdidas de tiempo que le supuso el sentirse ocasionalmente
indispuesto. Trabajó en la redacción de su diario del viaje (publicado
en 1839) y en la elaboración de dos textos que presentaran sus
observaciones geológicas y zoológicas. Instalado en Londres desde marzo
de 1837, se dedicó a «hacer un poco de sociedad», actuando como
secretario honorario de la Geological Society y tomando contacto con
Lyell. En julio de ese año empezó a escribir su primer cuaderno de notas
sobre sus nuevos puntos de vista acerca de la «transmutación de las
especies», que se le fueron imponiendo al reflexionar acerca de sus
propias observaciones sobre la clasificación, las afinidades y los
instintos de los animales, y también como consecuencia de un estudio
exhaustivo de cuantas informaciones pudo recoger relativas a las
transformaciones experimentadas por especies de plantas y animales
domésticos debido a la intervención de criadores y horticultores.
Sus
investigaciones, realizadas sobre la base de «auténticos principios
baconianos», pronto le convencieron de que la selección era la clave del
éxito humano en la obtención de mejoras útiles en las razas de plantas y
animales. La posibilidad de que esa misma selección actuara sobre los
organismos que vivían en un estado natural se le hizo patente cuando en
octubre de 1838 leyó «como pasatiempo» el ensayo de Malthus sobre la
población, dispuesto como se hallaba, por sus prolongadas observaciones
sobre los hábitos de animales y plantas, a percibir la presencia
universal de la lucha por la existencia, se le ocurrió al instante que,
en esas circunstancias, las variaciones favorables tenderían a
conservarse, mientras que las desfavorables desaparecerían, con el
resultado de la formación de nuevas especies. Darwin estimó que, «al
fin, había conseguido una teoría con la que trabajar»; sin embargo,
preocupado por evitar los prejuicios, decidió abstenerse por un tiempo
de «escribir siquiera el más sucinto esbozo de la misma». En junio de
1842 se permitió el placer privado de un resumen muy breve -35 páginas
escritas a lápiz-, que amplió hasta 230 páginas en el verano del año
1844.
Por entonces, Darwin había contraído matrimonio
el 29 de enero de 1839 con su prima Emma Wedgwood. Residieron en
Londres hasta septiembre de 1842, cuando la familia se instaló en Down,
en el condado de Kent, buscando un género de vida que se adecuase mejor a
los frecuentes períodos de enfermedad que, a partir del regreso de su
viaje, afligieron constantemente a Darwin. Por lo demás, los años de
Londres fueron, por lo que a vida social se refiere, un preludio del
retiro casi total en el que vivió en Down hasta el final de sus días. El
27 de diciembre de 1839 nació el primer hijo del matrimonio y Darwin
inició con él una serie de observaciones, que se prolongaron a lo largo
de los años, sobre la expresión de las emociones en el hombre y en los
animales. Tuvo diez hijos, seis varones y cuatro mujeres, nacidos entre
1839 y 1856, de los que dos niñas y un niño murieron en la infancia.
La teoría de la evolución
Durante
los primeros años de su estancia en Down, Darwin completó la redacción
de sus trabajos sobre temas geológicos y se ocupó también de una nueva
edición de su diario de viaje, que en un principio había aparecido
formando parte de la obra publicada por Fitzroy sobre sus expediciones;
en las notas autobiográficas que redactó en 1876 (reveladoramente
tituladas como Recollections of the Development of my Mind and Character),
Darwin reconoció que «el éxito de este mi primer retoño literario
siempre enardece mi vanidad más que el de cualquier otro de mis libros».
De 1846 a 1854 Darwin estuvo ocupado en la redacción de sus monografías
sobre los cirrípodos, por los que se había interesado durante su
estancia en las costas de Chile al hallar ejemplares de un tipo que
planteaba problemas de clasificación. Esos años de trabajo sirvieron
para convertirlo en un verdadero naturalista según las exigencias de su
época, añadiendo al aprendizaje práctico adquirido durante el viaje la
formación teórica necesaria para abordar el problema de las relaciones
entre la historia natural y la taxonomía. Además, sus estudios sobre los
percebes le reportaron una sólida reputación entre los especialistas,
siendo premiados en noviembre de 1853 por la Royal Society, de la que
Darwin era miembro desde 1839.
A comienzos de 1856
Lyell aconsejó a Darwin que trabajara en el completo desarrollo de sus
ideas acerca de la evolución de las especies. Darwin emprendió entonces
la redacción de una obra que, aun estando concebida a una escala tres o
cuatro veces superior de la que luego había de ser la del texto
efectivamente publicado, representaba, en su opinión, un mero resumen
del material recogido al respecto. Pero, cuando se hallaba hacia la
mitad del trabajo, sus planes se fueron al traste por un suceso que
precipitó los acontecimientos: en el verano de 1858 recibió un
manuscrito que contenía una breve pero explícita exposición de una
teoría de la evolución por selección natural, que coincidía exactamente
con sus propios puntos de vista. El texto, remitido desde la isla de
Ternate, en las Molucas, era obra de Alfred Russell Wallace, un
naturalista que desde 1854 se hallaba en el archipiélago malayo y que ya
en 1856 había enviado a Darwin un artículo sobre la aparición de
especies nuevas con el que éste se sintió ampliamente identificado. En
su nuevo trabajo, Wallace hablaba como Darwin, de «lucha por la
existencia», una idea que, curiosamente, también le había venido
inspirada por la lectura de Malthus. Darwin puso a Lyell en antecedentes
del asunto y le comunicó sus vacilaciones acerca de cómo proceder
respecto de la publicación de sus propias teorías, llegando a manifestar
su intención de destruir sus propios escritos antes que aparecer como
un usurpador de los derechos de Wallace a la prioridad. El incidente se
saldó de manera salomónica merced a la intervención de Lyell y del
botánico Joseph Dalton Hooker, futuro director de los Kew Gardens
creados por su padre y uno de los principales defensores de las teorías
evolucionistas de Darwin, con quien le unió una estrecha amistad desde
1843. Siguiendo el consejo de ambos, Darwin resumió su manuscrito, que
fue presentado por Lyell y Hooker ante la Linnean Society el 1 de julio
de 1858, junto con el trabajo de Wallace y con un extracto de una carta
remitida por Darwin el 5 de septiembre de 1857 al botánico
estadounidense Asa Gray, en el que constaba un esbozo de su teoría.
Wallace no puso nunca en cuestión la corrección del procedimiento; más
tarde, en 1887, manifestó su satisfacción por la manera en que todo se
había desarrollado, aduciendo que él no poseía «el amor por el trabajo,
el experimento y el detalle tan preeminente en Darwin, sin el cual
cualquier cosa que yo hubiera podido escribir no habría convencido nunca
a nadie».
Tras el episodio, Darwin se vio obligado a
dejar de lado sus vacilaciones por lo que a la publicidad de sus ideas
se refería y abordó la tarea de reducir la escala de la obra que tenía
entre manos para enviarla cuanto antes a la imprenta; en «trece meses y
diez días de duro trabajo» quedó por fin redactado el libro On the Origin of Species by means of Natural Selection, or the Preservation of Favoured Races in the Struggle for Life,
del que los primeros 1.250 ejemplares se vendieron el mismo día de su
aparición, el 24 de noviembre de 1859. Las implicaciones teológicas de
la obra, que atribuía a la selección natural facultades hasta entonces
reservadas a la divinidad, fueron causa de que inmediatamente empezara a
formarse una enconada oposición, capitaneada por el paleontólogo
Richard Owen, quien veinte años antes había acogido con entusiasmo las
colecciones de fósiles traídas por Darwin de su viaje. En una memorable
sesión de la British Association for the Advancement of Science
que tuvo lugar en Oxford el 30 de junio de 1860, el obispo Samuel
Wilberforce en calidad de portavoz del partido de Owen ridiculizó con
brillante elocuencia las tesis evolucionistas, provocando una
contundente réplica por parte de Thomas Henry Huxley, zoólogo, que fue
el principal defensor ante la oposición religiosa de las tesis de
Darwin, ganándose el sobrenombre de su bulldog. A la pregunta de
Wilberforce sobre si a Huxley le hubiera sido indiferente saber que su
abuelo había sido un mono, la respuesta inmediata fue, según el
testimonio de Lyell: «Estaría en la misma situación que su señoría».
Darwin se mantuvo apartado de la intervención directa en la controversia pública hasta 1871, cuando se publicó su obra The Descent of Man and Selection in Relation to Sex,
donde expuso sus argumentos en favor de la tesis de que el hombre había
aparecido sobre la Tierra por medios exclusivamente naturales. Tres
años antes había aparecido su estudio sobre la variación en animales y
plantas por los efectos de la selección artificial, en el que trató de
formular una teoría sobre el origen de la vida en general
(«pangénesis»), que resultó ser la más pobre de sus aportaciones a la
biología. En 1872, con The Expression of the Emotions in Man and Animals,
obra seminal de lo que luego sería el estudio moderno del
comportamiento, Darwin puso fin a sus preocupaciones por los problemas
teóricos y dedicó los últimos diez años de su vida a diversas
investigaciones en el campo de la botánica.
A finales
de 1881 comenzó a padecer graves problemas cardíacos y falleció a
consecuencia de un ataque al corazón el 19 de abril de 1882.
jueves, 8 de enero de 2015
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez; "La Especie Elegida"
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez; "La Especie Elegida"
“CAPÍTULO 1.-PRINCIPIOS BÁSICOS DE LA TEORÍA EVOLUTIVA.
La herencia de los caracteres adquiridos.
Los antepasados vivían en árboles. Estaban acostumbrados a desplazarse por ellos, a saltar y trepar.
Puede decirse que la evolución de las especies es proporcional a la forma de vida de la especie. Esto produce alteraciones en su físico, las cuales se transmitirían de generación en generación, ampliándose dichas alteraciones.
Lamarck decía que el mundo natural no se rige por la lógica humana, puesto que hagamos lo que hagamos, no podemos modificar los genes que heredarán nuestros hijos
La selección natural.
Según Darwin y Wallace, los individuos no tienen un papel decisivo en la evolución. Todos los individuos de una especie son genéticamente diferentes. Unos se verán favorecidos y otros perjudicados por sus genes, y de este modo en la competencia que se establece entre ellos se produce una selección. Solo los mas aptos llegarán a la copulación y por lo tanto sus genes pasarán a la siguiente generación. Esto se debe a la selección natural, que preserva las características favorables y destruye las desfavorables.
La selección natural persigue la existencia de la especie. No hay variantes genéticas mejores que otras en sentido absoluto, sino que todo depende de las circunstancias del medio ambiente, por un fenómeno que se conoce como mutación, de cuando en cuando nacen individuos con variantes nuevas. Las mutaciones aumentan la variabilidad de las especies existentes.
Autores como Stephen Jay Gould y Niles Eldredge opinan que la evolución camina a grandes zancadas o mejor a saltos. Los organismos son máquinas con engranajes tan complejos y ajustados que es difícil entender que nazcan mutantes diferentes a sus progenitores y al mismo tiempo capaces de sobrevivir. A estos Goldschmidt los llamó ''monstruos promisorios''.
Por otro lado, la selección natural detecta pequeños cambios y los favorece.
Estos son los dos debates de la actual teoría evolucionista: evolución gradual o a saltos.
La escalera del progreso.
Existe un planteamiento que está muy arraigado en la sociedad, y no menos en los medios científicos y académicos, aunque sea sólo subconscientemente. Es el planteamiento de la evolución como una escalera de progreso que conduce hasta la especie Homo sapiens
Dudamos que haya algún libro que empiece por las primeras formas de vida en el planeta y termine con los erizos de mar o los insectos, mientras que los mamíferos, los primates y los humanos se pierden entre los capítulos o lecciones intermedias. Todos acaban con la evolución de nuestra especie.
Para Darwin la evolución es oportunista, no se dirige hacia ningún ideal de perfección. Es decir, todas las especies son igualmente perfectas, cada una de ellas maravillosamente adaptada a sus hábitos gracias a la selección natural.
Lamarck creía en la idea del progreso de la evolución El mecanismo que proponía para hacer marchar la evolución hacia delante era adaptativo y no empujaba en ninguna dirección preferente a los organismos.
Las especies no se ordenan en una secuencia, no se aprecia una escalera hacia ninguna parte, sino un árbol con muchas ramas, y sin ningún tronco. La evolución es divergente.
He evidenciado varias oraciones o párrafos porque les encuentro una importante relevancia para entender la evolución sin dar lugar a errores o equivocaciones, aclarando aspectos basicos:
La primera, en rojo, la considero inminentemente importante ya que es un concepto indispensable. En mi opinión nos pretende transmitir que una mutación, a priori, no es mejor ni peor que otros caracteres. Por ejemplo: supongamos que una mutacion similar se produce en dos individuos de especies animales diferentes: un delfin y un gorila(un dato interesante es saber que muy comúnmente se acepta la idea de diferenciar entre la especie de gorila de lomo plateado el gorila negro común es diferente, ya que el lomo comienza a adquirir un tono plateado en estos cuando alcanzan la madurez sexual. No hay ninguna diferencia taxonómica).
Supongamos que se produce esta mutacion, a la vista prácticamente imposible, y esta mutación es el desarrollo de branquias para poder tener alcance al oxígeno en el medio acuático. Esta mutacion no es perjudicial en un principio ni para el delfín ni para el gorila, si ambos habitasen el medio acuático, pero en este caso solo lo hace el delfín, por lo que es mas probable que este sobreviva, y que el gorila si no conservaba el sistema respiratorio basado en los pulmones, muriese. Pero si ocurriese lo contrario, y el gorila sucumbiera únicamente el medio acuático y el delfín habitase el medio terrestre, quien sobreviviera seria el gorila, suena raro o irreverente, pero sirve para intentar explicar de un modo poco técnico que una mutación si no es puesta a prueba por el medio en el que habita el individuo, no es ni favorable ni perjudicial.
El segundo párrafo marcado en azul, prueba el continuo antropocentrismo, que aunque creemos desertado o generalizado, sigue vigente en nuestros días, por ejemplo,la normalidad con la que explicamos todas las evoluciones acabando por las que hoy dia se encuentran y acabar con el genero homo, comienzan la evolución desde las primeras asociaciones de macromoléculas, pasando por pequeños animales hasta llegar al homo sapiens. Pero, a mi eso me da que pensar y hacerme una pregunta:¿Cuántas veces hemos pensado que alomejor una especie del reino plantae, por ejemplo una secuoya, esta mas adaptada, es decir, que ha evolucionado hasta encontrar un estado estable, y que sobreviviría mejor a condiciones extremas y adversidades?.
El tercer párrafo destacado en morado, me parace una aclaración también muy útil, que incide en un tema ya bastante cavado : la selección natural.
Y el ultimo parrad¡fo evidenciado en naranja, nos acalra que el único objetivo común de la evolución es asentarse y adaptarse a un hábitat y nicho ecológico, ya que cada especie tiene uno particular, aunque compartido con otras especies con las que tienes que convivir y con las que comparten la trama de la selección natural.
Roberto Rodríguez Salagre 1.BB.
miércoles, 7 de enero de 2015
HOJA VOLANDERA: SALVAR AL SOLDADO RYAN
HOJA
VOLANDERA: SALVAR AL SOLDADO RYAN
Título
original
Saving Private Ryan
Año
1998
Duración
170 min.
País
Estados Unidos
Director
Guión
Robert Rodat
Música
John
Williams
Fotografía
Janusz
Kaminski
Reparto
Tom
Hanks(John H. Milles), Tom
Sizemore(sargento
Michael Horvath), Edward
Burns(Richard
Raven), Matt
Damon(James
Francis Ryan), Barry
Pepper(Daniel
Hackson), Adam
Goldberg(Stanley
Mellish), Giovanni
Ribisi(Irwin
Wade), Jeremy
D Harrison
Young, Kathleen
Byron, Leland
Orser, Harve
Presnell, Bryan
Cranston, Nathan
Fillion, Ryan
Hurst, Dale
Dye, Corey
Johnson, Andrew
Scott, Joerg
Stadler, Dylan
Bruno
Género
Sinopsis
Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Tras el desembarco de los Aliados en Normandía, a un grupo de soldados
americanos se le encomienda una peligrosa misión: poner a salvo al soldado
James Ryan. Los hombres de la patrulla del capitán John Miller deben arriesgar
sus vidas para encontrar a este soldado, cuyos tres hermanos han muerto en la
guerra. Lo único que se sabe del soldado Ryan es que se lanzó con su escuadrón
de paracaidistas detrás de las líneas enemigas.
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